martes, 10 de enero de 2023

DECRECIMIENTO...CONSISTE EN CONSUMIR MENOS Y HACER DISTINTO

 



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El decrecimiento es un movimiento por el desarrollo económico de índole social, que surgió a finales del siglo XX de la mano del matemático y economista norteamericano Georgescu-Roegen, cuyo objetivo es disminuir de forma óptima y responsable la producción, con el fin de conseguir un equilibrio entre producción/consumo y el uso de los recursos naturales que se necesitan para ello. Por tanto, nos encontramos ante una teoría anti-crisis, afirma el politólogo español Izzat Haykal, dado que el crecimiento en el uso de recursos naturales está alterando la tierra globalmente, pues desde 1980, nuestras demandas han superado la capacidad regenerativa de la tierra, hasta llegar incluso a trastocar los grandes ciclos biogeoquímicos del nitrógeno y del carbono, afirman científicos dirigidos por Mathis Wackernagel –uno de los creadores del concepto de “huella ecológica”.

 

En su obra “la apuesta por el decrecimiento”, Serge Latouche señala que el decrecimiento implica la necesidad de redefinir los valores actuales que son globalistas, consumistas y extremadamente consumistas… por valores más locales, de cooperación económica y humanistas; amoldar los medios de producción a la nueva escala de valores redefinidos; reeducar a la población para que disminuya el consumo innecesario y ostentoso; producir a nivel local limitándose a lo indispensable; alargar la vida de los productos que utilicemos, evitar el consumo irresponsable, así como el despilfarro; y reducir drásticamente el impacto en la biosfera de nuestra manera de producir y consumir.

 

Ahora bien, tal como lo expresa el alemán Jorge Reichman “nuestros sistemas socioeconómicos humanos son demasiado grandes en relación con la biosfera que los contiene, por una parte; y por otra, los sistemas humanos encajan mal en los ecosistemas naturales. El problema de escala reclama un movimiento de autolimitación por parte de las sociedades humanas, que podríamos concebir bajo la idea de gestión global de la demanda; y el problema de estructura exige una reconstrucción de la tecnosfera de acuerdo con principios de ecomímesis o biomímesis”.

 

El problema de escala surgió, afirma Reichman, porque “durante el siglo XX tuvo lugar un acontecimiento decisivo, cuyas consecuencias estamos aún lejos de haber asimilado. La humanidad, que durante milenios vivió dentro de lo que en términos ecológicos puede describirse como un “mundo vacío”, ha pasado a vivir en un “mundo lleno”. Somos mucha gente viviendo dentro de un espacio ambiental limitado. Las reglas de convivencia que resultan adecuadas para esta situación son diferentes, sin duda, de aquellas que hemos desarrollado en el pasado, cuando éramos pocos seres humanos viviendo dentro de un espacio ambiental que nos parecía ilimitado”.

 

En efecto, como “los comienzos de la Revolución Industrial tuvieron lugar en un “mundo vacío” en términos ecológicos, la situación ha de cambiar radicalmente en un “mundo lleno”. La racionalidad económica requiere que se maximice la productividad del factor de producción más escaso, y ya en nuestro “mundo lleno” … la naturaleza es el factor de producción más escaso. En un “mundo vacío”, perseguir la expansión continua de la oferta puede tener sentido; en un mundo lleno es un desatino (pensemos en los conflictos contemporáneos relacionados con el abastecimiento de agua o de energía)”.

 

En consecuencia, surge el colosal reto de asimilar el nuevo paradigma de la autolimitación, para consumir lo fundamental, minimizar el consumo suntuario y el despilfarro, muy propios de nuestra cultura occidental. Pues, tal como lo afirma Pérez Mercado Juan Francisco, “tener la convicción, de que para que prevalezca la razón y la libertad sobre los determinismos, debemos realizar esfuerzos de autodominio y canalizar hacia el bien y la justicia la fuerza de nuestros apetitos, para no vernos arrastrados hacia acciones irracionales, egoístas, caprichos e intereses personales o de grupo”, como a las que estamos acostumbrados en un mundo vacío.

 

 

 

 


CAMBIO DE PARADIGMA...DE HACER MÁS A HACER DISTINTO




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La modificación de nuestros modelos de pensamiento respecto del cambio climático, solo la lograremos si concebimos formas de producción, que a la manera de los ecosistemas naturales, utilicen los desperdicios como insumos para otros procesos y funcionen a partir de la luz solar. De esta manera, imitando el funcionamiento de los fábricas naturales podremos hacer la transición energética para ir adecuando los sistemas industriales -tecnosfera- a la biosfera, nuestra casa común, para no continuar trastocando los grandes ciclos biogeoquímicos y la capacidad regenerativa de la tierra por el exceso de nuestras demandas.

       

Así lo plantea claramente, el alemán Jorge Riechmann cuando nos habla de los cinco rasgos básicos de nuestra situación actual, de los cuales dos de ellos son los menos conocidos: 1. “hemos “llenado” el mundo, saturándolo en términos de espacio ecológico; y 2. nuestra tecnosfera está mal diseñada, y por eso se halla “en guerra” con la biosfera”.

 

En efecto, “desde hace decenios, ecólogos como Ramón Margalef y Barry Commoner han propuesto que la economía humana debería imitar la “economía natural” de los ecosistemas. Imitar la naturaleza a la hora de reconstruir los sistemas productivos humanos, con el fin de hacerlos compatibles con la biosfera (…), es el objetivo de lo que conocemos como biomímesis. Desde los años noventa se viene usando el término, dentro de disciplinas como la robótica (…), pero, con un sentido más restringido, estudiando la locomoción de los insectos con vistas a desarrollar robots hexápodos que funcionen correctamente. Sin embargo, la idea ha sido más la de imitación de organismos, o partes de estos, que la imitación de ecosistemas como unidad, que es el objetivo que debemos plantearnos”, afirma Reichmann.

 

No obstante, ya existen desarrollos muy importantes, adelantados por el psiquiatra colombiano Luis Carlos Restrepo y el teólogo brasilero Leonardo Boff, relacionados con la identificación de los principios del funcionamiento de los ecosistemas naturales como unidad, para trasladarlos, por analogía, a ecosistemas humanos, para su comprensión y reconstrucción. Fue así, como a partir de la Ecología, encontraron que los ecosistemas humanos funcionan de manera análoga a los ecosistemas físicos. En efecto, como la riqueza y el buen funcionamiento de cualquier ecosistema físico depende de la armonía entre sus dos ejes constitutivos diversidad/dependencia, de la misma manera, y por razones de semejanza y similitud, dichos ejes se pueden trasladar a sistemas humanos disímiles como “la pareja”, el “modelo de desarrollo” de una sociedad, o el “ecosistema humano como especie” y cuyo buen funcionamiento depende del manejo equilibrado de dichos ejes, denominados acá, singularidad humana/dependencia afectiva, libertad económica/justicia social” y libertad humana/dimensión del misterio respectivamente.

Contrariamente, constataron que así como se contamina un ecosistema físico, si no se respetan sus principios de diversidad/dependencia, también se contaminan los ecosistemas humanos, si no se armonizan los principios ya reseñados. Es preciso, entonces, equilibrar las acciones de los dos ejes para garantizar la polaridad…que es el sustento del modelo ecológico. Así funciona la naturaleza…así hemos aprendido de ella…algunas cosas…y nos quedan muchísimas otras por comprender, las cuales son el objeto de estudio de la biomímesis, la nueva ciencia que busca desentrañar el funcionamiento de los ecosistemas naturales para aplicarlos, por analogía, a los sistemas industriales.

De esta forma, “(…) la naturaleza, la única empresa que nunca ha quebrado en unos 4.000 millones de años, nos proporciona el modelo para una economía sustentable y de alta productividad, dado que sus ecosistemas funcionan a base de ciclos cerrados de materia (…) totalmente renovable y autorreproductiva (…), y movidos por la energía del sol, en sus diversas manifestaciones, incluido el viento y las olas”, señala Riechmann. Así desentrañando los principios de funcionamiento de los ecosistemas naturales para trasladarlos a los ecosistemas humanos lograremos reconstruir nuestros sistemas industriales.

  

 


UNA FRACTURA QUE PASARÁ FACTURA

 




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Así lo establecen Urresti y Marcellesi en su libro Ecología Política, dado que la técnica de fracturación hidráulica o fracking para extraer combustibles fósiles no convencionales ha despertado mucha polémica por la implicaciones que tiene para la salud y el medioambiente.

 

En efecto, como la técnica utiliza explosivos para fracturar la capa del yacimiento, y posteriormente alrededor de 200.000.000 de litros de agua y más de 500 productos químicos a altísima presión con el propósito de ampliar las fracturas del sustrato rocoso para facilitar la salida del hidrocarburo, su implementación supone riesgos múltiples, pues no solo tiene implicaciones sobre el cambio climático, ya que cualquier escape de metano contribuye al aumento de la temperatura global, sino que también afecta el recurso agua, suelo y aire, y aumenta la sismicidad, mediante la contaminación de acuíferos subterráneos, suelo completamente inutilizable, contaminación del aire por productos químicos de naturaleza volátil y aumento de la sismicidad, respectivamente”, según lo establece la especialista argentina Josefina Bordino.

 

No obstante, la utilización de la fractura hidráulica ha tenido repercusiones positivas en la economía  porque el gas que se obtiene resulta barato de exportar y ha aumentado los índices de empleo, además de permitir extraer hidrocarburos de yacimientos no convencionales, tal como ha ocurrido en países, como Irlanda del Norte, Checoslovaquia, Suiza, Dinamarca, Alemania, Países bajos, Costa Rica, Reino Unido y Colombia, que optaron por la suspensión de las exploraciones, mientras se realizan los estudios para comprobar los efectos de este tipo de extracción, según informe económico presentado por María Paula Aristizábal Bedoya.

 

En Colombia, por ejemplo, el pasado mes de septiembre, el Consejo de Estado avaló los pilotos de fracking, decisión basada en la “postura más cautelosa” del principio de precaución, según el cual “versiones menos estrictas del principio de precaución llaman a descartar la inacción regulatoria -por la inexistencia de certeza científica- ante un riesgo”, en contraposición de la “versión fuerte” del mencionado principio, según la cual “frente a cualquier situación indicativa de amenaza para la salud humana o el medioambiente, indistintamente de su gravedad y certeza científica, se entiende que se deben adoptar medidas inclusive prohibitivas sin ningún limitante”.

 

Es importante recordar, tal como lo menciona el fallo del Consejo de Estado que “los debates acerca de la definición, contenido y relevancia, del principio de precaución, llevaron a la necesidad de aceptar, por las múltiples e imponderables particularidades de cada caso, que no era posible formular una única y definitiva noción de tal principio, al punto que estudios especializados han referido que existen por lo menos diecinueve versiones distintas del mismo”…amplio espectro de visones agrupadas en la generalidad de “versiones fuertes” o “versiones más flexibles” del principio de precaución.

 

Y tal como lo señala el mencionado fallo, en nuestras Altas Cortes “la aplicación del citado principio no ha sido uniforme, pues, (…) en algunas oportunidades la Corte ha actuado bajo una “postura fuerte”, ante la sola incertidumbre, advirtiendo incluso que los jueces tienen el deber de actuar “ante cualquier duda científica sobre el daño”, mientras que en otro número considerable de decisiones ha insistido en la necesidad de verificar un riesgo “serio y cierto” (…)”.

 

De manera que, si nuestros jueces han proferido fallos bajo una “postura fuerte” del principio de precaución en un “mundo vacío”, con más razón, en esta oportunidad, han debido hacerlo en un “mundo lleno” y saturado ecológica y poblacionalmente, y además en transición energética, y por solidaridad intergeneracional, porque el factor limitante es la naturaleza, tal como ha ocurrido en Francia, Bulgaria, Austria, Nueva Zelanda, Escocia, Uruguay, España y el Estado de Paraná en Brasil, que han prohibido esta técnica para hidrocarburos NO convencionales, pues con ello, además de empezar a disminuir la dependencia de los combustibles fósiles, no se está afectando las exploraciones ni explotaciones de los hidrocarburos convencionales.

 


ECOPETROL YA NO HARÁ FRACKING



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