martes, 22 de noviembre de 2011

PALABRAS A MI PADRE

La inesperada partida de nuestro querido Don Juan, como afectuosa y respetuosamente le decíamos, nos impone la colosal tarea de perpetuar su legado. Creemos que es la mejor manera de honrarlo, en medio del natural duelo que nos embarga.

Su vida fue una constante lucha por superar las poderosas fuerzas restrictivas de los apetitos, las pasiones y la ambición que nos aferran a nuestros malos hábitos y que actúan sobre nuestras vidas para acabar con toda nueva iniciativa de cambio comportamental.

Para superar la fuerza restrictiva de los apetitos ejercitó la autodisciplina y el sacrifico; para superar las fuerzas restrictivas de las pasiones humanas negativas, tales como la envidia, el orgullo, etc., fue preciso mejorar su carácter siguiendo las leyes y principios de la cosecha, pues comprendió que no existen atajos hacia el éxito perdurable; y para superar la fuerza restrictiva de la ambición decidió dedicar su talento y dones a fines nobles y a prestar servicio a los demás. La superación de estas poderosas fuerzas fueron su ideal y su conquista.

Como persona ética consideró toda transacción económica como una prueba para su responsabilidad moral, pues con ello canalizó su energía a través de la obra que realizó; tal fue la impronta de su libro de vida. Su bondad de carácter se ponía de manifiesto en todas las relaciones que establecía, pues con su trato respetuoso alentaba constante e incondicionalmente a su interlocutor a afirmar su valor y potencial humanos.

Como la felicidad y la trascendencia devienen de la grandeza primaria, la cual consiste en educar y obedecer a nuestra conciencia, ese don humano exclusivo que distingue la congruencia y la disparidad con los principios correctos y nos eleva hacia ellos, fue quizás el ajuste de su comportamiento a dichos principios su mayor virtud y felicidad. 

Finalmente, solo para honrarlo quiero hacer público un escrito inédito suyo que revela su talante: "Los que no delinquimos, no lo hacemos por miedo a la sanción social, o a las normas, o a la magnitud de la sanción legal; los que no delinquimos no lo hacemos es porque nuestra alma no nos lo permite". 

Aunque sus enseñanzas viven en nosotros sus hijos, nos queda la monumental tarea de emularlo para glorificarlo y dignificar nuestras existencias.