viernes, 28 de agosto de 2020

INCORPORACIÓN DE LA DIMENSIÓN DEL MISTERIO EN LAS DECISIONES HUMANAS...UNA EXIGENCIA ÉTICA

 



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Hoy nos ocuparemos del más grande de los temas, visibilizado por la pandemia del COVID-19, pero relegado por la postmodernidad, esta nueva forma de expresión centrada en el culto por el individualismo: la necesidad de incorporar el eje del misterio en las decisiones humanas, como exigencia ética.

En efecto, la pandemia ha revelado que en las elecciones adoptadas por los tomadores de decisiones del planeta, ha primado el ego humano sobre la voluntad divina representada en principios orientadores del comportamiento humano e inscritos en el corazón del hombre, centro de decisiones de la persona, denominado conciencia, tal como lo señala Tony Mifsud, en el texto la “Moral fundamental”. Pues, así como en la naturaleza subyacen principios que la rigen, y que la ciencia tiene que desentrañar, en el ser humano, como ser racional, también existen principios o leyes naturales que guían su conducta, y cuyo esclarecimiento es objeto de estudio de la teología y la religión.

Ya lo mencionábamos, que así como en la ecología física, existen los principios de diversidad y dependencia que explican el funcionamiento de cualquier ecosistema natural, en el ser humano, afirma el mencionado padre jesuita: “la relación entre libertad humana y ley divina tiene su base en el corazón de la persona, ósea en su conciencia moral”. De manera que la ley divina o eje del misterio tiene como función orientar y guiar la decisión humana, tal como lo afirma el teólogo brasilero Leonardo Boff “un pensamiento que no erija la razón en instancia suprema de decisión y se guíe por el misterio, dentro del cual se ejercita la razón, conserva la polaridad (…) y así como tenemos órganos externos, los ojos, los oídos, el tacto, tenemos también un órgano interno de especial cualidad, un logro de nuestra evolución humana. Lo llamaron el punto Dios en el cerebro”.

Stephen Covey señala que “los principios son como faros. Son leyes naturales que no se pueden quebrantar”. En consecuencia, el desastre ecosocial expresado en la injusticia social y en el planeta gravemente enfermo, revela el quebrantamiento de este principio materializado en el olvido de Dios y sus principios orientadores en las decisiones planetarias adoptadas, que han limitado la visión humana, guiada exclusivamente por su libertad o libre albedrío, vale decir, por su ego miope, que “no escucha ni siente la totalidad del sistema”, tal como lo afirma Covey. E igualmente a nivel nacional la desatención y el quebrantamiento de los principios del decálogo bíblico, de no matar, no robar, no mentir, han dado origen a la violencia, la corrupción y el engaño, características distintivas de nuestra nación.

Pero, por otro lado, la visión de Dios restringida a pedir, agradecer, y a, tal como lo expresa el sacerdote Juan Jaime Escobar, “desgranar camándula… y a pegarnos de Dios, creyendo que Dios nos va a hacer la vida fácil, que vamos a estar llenos de bienestar, de logros, de triunfos, de victorias humanas, que nada nos va a tallar(…) recuerden lo que dice San Pablo en la carta de los romanos: “nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene ”… la promesa de Dios es que seas un hombre justo...en ninguna parte dice que seas un hombre que tenga de todo y no le falte nada y viva feliz de la pelota. Esa no es la promesa de Dios...”, entonces, dicha visión reducida se convierte en una limitación que impide ver el verdadero sentido de Dios y de su propósito, cual es, el proceso de ajuste…el colosal y doloroso proceso de ajuste…de nuestro comportamiento a los principios emanados del misterio para conquistar virtudes y tomar mejores decisiones, las cuales implican necesariamente una protección deficiente nuestros propios derechos individuales…para garantizar un nosotros, bien ontológicamente superior, y una vida centrada en principios.

martes, 18 de agosto de 2020

COVID-19 MÁS VULNERABILIDAD QUE AMENAZA

 

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La pandemia generada por el COVID-19 ha permitido visibilizar grandes temas relegados en la post- modernidad, tales como, la crisis medioambiental, las desigualdades estructurales del sistema imperante, la urgencia de las política públicas, la necesidad de la incorporación del eje del misterio en las decisiones humanas, la priorización de las cosas esenciales de la vida, el negacionismo de la crisis eco-social y de sus causas, y la gestión del riesgo.

Hoy nos ocuparemos del tema de la gestión del riesgo, cuyos componentes constitutivos son la vulnerabilidad y la amenaza; la amenaza hace referencia al “fenómeno, natural o provocado, generador de la inminencia de peligro”, y la vulnerabilidad es la “predisposición que tiene un sistema de ser afectado de forma negativa ante una amenaza”. De manera que el riesgo se materializa cuando por la vulnerabilidad, el huésped resulta afectado por la amenaza.

El mayor margen de maniobra que tenemos los seres humanos en la gestión del riesgo es en el componente de la vulnerabilidad, pues escapa al poder humano impedir la ocurrencia de fenómenos naturales, y por tanto, su accionar, en el caso de amenazas, queda restringido al conocimiento del riesgo, la elaboración de mapas de amenazas y  la prevención de la ocurrencia de fenómenos provocados por él mismo, como por ejemplo, la proliferación de virus generada por la “destrucción de los hábitats de animales, que tienden a acercar a nosotros estos virus que viven en animales salvajes”, tal como lo señala el divulgador científico David Quammen.

En cambio, el espectro del accionar de la vulnerabilidad es mucho más amplio, pues además del conocimiento e identificación se puede reducir la vulnerabilidad mediante la adopción de medidas de mitigación, correctivas y preventivas, para suavizar su impacto.

Sin embargo, paradójicamente, como el COVID-19 no ha resultado tan letal como “el virus del ébola, considerado uno de los agentes patógenos más agresivos para los seres humanos...mata a más del 50% de los casos, pero se propaga con menos facilidad… o la gripe española que  acabó con la vida de 50 millones de personas, considerada hasta la fecha la epidemia más letal de la historia en un periodo tan corto de tiempo”, según Ángeles Pillado, ha sido el régimen vigente y sus inherentes desequilibrios, el que ha provocado las condiciones que han expuesto y colocado en situación de vulnerabilidad a los 1.300 millones de pobres multidimensionales del planeta.

En efecto, han sido las condiciones de pobreza, informalidad y precariedad laboral, morbilidad, infraestructura deficiente del sistema de salubridad, generadas por el orden vigente, así como el negacionismo de la crisis, sus causas derivadas del modelo extractivista y la negligencia de los gobiernos para prepararse ante el virus predecible, y no el carácter letal del virus, lo que ha materializado el riesgo de afectación a más de 20 millones de contagiados y ocasionado la muerte a 750.00 personas aproximadamente, con fecha de corte 14 de agosto.

En consecuencia, el gran desafío de la gestión del riesgo está no sólo en, no destruir los hábitats de animales salvajes para impedir la ocurrencia de la amenaza de virus más letales, y hacer frente a la  amenaza del cambio climático manteniendo el aumento de la temperatura por debajo de los 2 grados centígrados para prevenir la ocurrencia de olas de calor, deshielo de los glaciares, incendios devastadores, ciclones tropicales, inundaciones y sequías; sino en disminuir el riego, estableciendo mecanismos que contribuyan de manera anticipada a la localización, construcción y funcionamiento seguro de la infraestructura, los bienes y la población para cada amenaza identificada, según lo consagra la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres.