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Así lo manifestó hace 22 años, el
inmolado ex gobernador de Antioquia Gilberto Echeverry Mejía, durante una
conferencia en la sede del Politécnico Colombiano del municipio de Rionegro,
según nos lo recordó su rector, Libardo Álvarez Lopera:
“El principal problema de Colombia no
es la guerrilla…es un bomba de tiempo que amenaza con estallar en Medellín,
Cali, Bogotá y Barranquilla, conformada por una gran masa de jóvenes que nunca
han tenido las oportunidades educativas, ni de empleo ni de integración social”.
“Que afirmaciones tan premonitorias
del caos que hoy afronta nuestra patria”, afirma el rector. “Nadie quiso escuchar el clamor, a veces
silencioso, de una sociedad que fue represando las aguas del descontento y que
ahora que se revienta la [compuerta] arrasa con todo lo que encuentra a su paso”.
“Los oportunistas de siempre han
encontrado el caldo de cultivo perfecto para poner en marcha sus acciones
solapadas…y camuflarse entre la muchedumbre ávida de justicia social…para
incendiar sistemática y estratégicamente al país por todos sus puntos
cardinales. Los jóvenes hartos de esperar lo que no ha de llegar se han volcado
a las calles y a las plazas públicas y en su gran mayoría han elevado sus voces
de protesta ensordecedora y pacífica, (…) A esta olla de presión se le taponó
la válvula y estalló en pedazos, pues (…) la desigualdad social es más violenta
que cualquier protesta”
En efecto, tal como lo afirmó William Ospina en sus recientes declaraciones
realizadas a caracol, el pasado 22 de mayo: “(…) es una explosión que se venía
gestando desde hace mucho tiempo, (…) porque Colombia lleva mucho tiempo
aplazando unas reformas históricas que permitan que la mayoría de la
población viva en condiciones mínimas de dignidad (…) La grandeza de una
democracia se mide no por cómo viven los que están mejor sino por cómo viven
los que están peor (…) Es que llevamos hablando de democracia siglos para que
todavía haya gente que piense que cuando la gente dice ‘tengo hambre’ hay que
salir a matarla. (…) creo que los
gobiernos tienen que aprender a oír a la gente, los gobiernos no
escuchan a tiempo el clamor de la gente, por lo que después de miles de muertos
tienen que sentarse a conversar con masacradores y con secuestradores”.
O tal como como lo señaló en la W, este 24 de mayo, Juan
Monedero, politólogo e ideólogo español: “El hambre y las desigualdades son un
genocidio silencioso (…) ¿cuál es el costo
concreto de lo que significa trancar un puerto?, pero ¿cuánto cuesta que Colombia
no sea democrática? ¿cuánto vale la vida de esa gente que ha sido asesinada?
¿cuánto está perdiendo, todos los días, Colombia por culpa de la corrupción?
Alguien va a evaluar que los trancones o ese cierre de los puertos es más caro
que la corrupción, que unos pocos están llevando a cabo, y que están saqueando
a un país tan rico como Colombia? (…) La
polarización forma parte de la crisis del modelo neoliberal. Es propia de un
modelo que no termina de reconocer que ya no funciona (…) que es un modelo que está
agotado”
¿Cuál modelo de desarrollo adoptar, entonces? Mi propuesta es
la cosmovisión del modelo ecológico, el cual se sustenta en el funcionamiento
de la naturaleza, que nos muestra que cualquier
ecosistema físico o humano, funciona adecuadamente, sólo si, se articulan
equilibradamente sus dos ejes constitutivos, en este caso, libertad económica y
justicia social, y que cuando no se mantiene
este equilibrio, los ecosistemas, se debilitan, se contaminan o colapsan…y tanto
el modelo neoliberal, como el socialista han producido desequilibrios al
hacer énfasis exacerbado en uno de los dos ejes, y la racionalidad ecológica
señala que para que el modelo funcione es preciso encaminar acciones hacia el
eje descuidado, que es en lo que consiste el modelo ecológico propuesto.
Lo anterior implica que, para mantener
la polaridad o equilibrio del ecosistema de la esfera pública de los modelos de
desarrollo, Colombia, como país capitalista debe redireccionar sus acciones
hacia la justicia social, y los países socialistas deben hacerlo hacia la
libertad económica.
De manera que, en concordancia con este derrotero ecológico,
las actividades conscientes que se deben emprender en los países capitalistas
tendrán que girar en torno a definir cuáles bienes y servicios se deben sacar
de la lógica del mercado, según lo ha señalado el presidente Macron de Francia,
para ser regulados por el Estado; y en los países socialistas dichas acciones
deberán orientarse hacia el libre mercado de algunos bienes y servicios, y
hacia la libertad de empresa y libertad de opinión para mantener la polaridad
que requiere el modelo de desarrollo del sistema socialista.