martes, 19 de julio de 2022

EL MAXIMO GIGANTE DEL ALMA



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MAXIMO GIGANTE DEL ALMA

El padre Juan Jaime Escobar nos señala en su homilía sobre el misterio de Jesús “que en griego hay varias palabras para hablar de amor, no como en español que solo tenemos una que es la palabra amor y el verbo amar… en griego hay 4 tipos de amores diferentes: El primer tipo de amor es el amor storge…el amor storge es el amor familiar, es decir, es lo que uno siente por un hermano, una hermana, un padre, una madre, una abuela, un tío, una tía, un primo… que si ustedes se fijan es un amor que nos queremos es porque somos familia... y esa es la razón para querernos…nos queremos porque somos familia.

Segundo está el amor eros…el amor eros es el amor deseo, el amor pasión, el amor que quiere, que anhela, que quiere agarrarte, tocarte, llevarte, acogerte, hacerte mío, hacerte mía...es un amor muy intenso, muy pasional, por eso creemos que ese es el amor... y a eso es a lo que solemos llamar amor.

La tercera es el amor philia, que es el amor de amistad, de compañeros, el amor en que no deseo poseerte, ni deseo que seas mío, mía, sino que simplemente yo te acompaño, nos acompañamos, nos escuchamos, nos aconsejamos, hacemos un sendero juntos, vamos dirigiéndonos en una misma dirección. 

 

Y cuarto, San Pablo utiliza aquí todo el tiempo agapé…es el amor de Dios…el amor sufrido, entregado, abnegado, el amor que da la vida, el amor que se olvida de sí mismo, y lo da todo por los demás(...) porque solo este amor disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites…y no pasa nunca… Jesús es paciente, Jesús es afable, Jesús no tiene envidia, Jesús no es presumido ni engreído, Jesús no es mal educado ni egoísta, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de las injusticias”.

De lo anterior podemos concluir que el amor de una madre es el más parecido al amor agapé…al amor de Dios…porque es un amor que da mucho de sí, sin esperar nada a cambio, es incondicional…por el contario en el amor eros y en el philia siempre hay una reciprocidad…siempre se espera algo del otro…sus besos, su cuerpo, su acogida, o la forma distorsionada del amor eros, nada extraña a nuestras costumbres, convertida en “complicados intercambios de placer y dominio interpersonal, en nada exentos de motivaciones económicas, donde se consolidan conveniencias sociales y se fortalecen transacciones económicas (…) lejos de una visión romántica e idealizada, el amor cabe entenderse como una experiencia que se encuentra a medio camino entre la sexualidad y el poder… donde se cambia el sexo por seguridad económica”, según lo establece el psiquiatra Luis Carlos Restrepo.

Por eso representa un colosal desafío para la especie humana poder incorporar aspectos de la dimensión de la misericordia del amor agapé a las tres restantes formas de amor reseñadas, que nos permita olvidarnos un poco de sí mismos para hacernos servicio y don para los demás, con el propósito de enriquecer nuestra vivencia amorosa. Pues, tal como lo señala el psiquiatra colombiano “muchos de nuestros sufrimientos provienen del tributo que rendimos a creencias poco propicias a la posibilidad de acceder de manera gratificante a la dimensión amorosa (…) tales como el imaginario de los amantes donde es perentorio amar al cónyuge con la misma intensidad con que se amaron Romeo y Julieta, o que cuando las relaciones se deciden por conveniencias el amor llega al fin por acostumbramiento”.


sábado, 9 de julio de 2022

NO PODEMOS DARNOS EL LUJO DE SER MEDIOCRES



NO PODEMOS DARNOS EL LUJO DE SER MEDIOCRES

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Así lo afirma categóricamente el sacerdote Juan Jaime Escobar en su homilía del pasado 26 de junio, cuando señala: “en esta hora de la historia del mundo, ¿nosotros tenemos derecho a ser mediocres?; cuando están destruyendo del todo… a lo más profundo la familia, nosotros que amamos a la familia(…) ¿nos podemos quedar callados y dejar que destruyan la familia?; podemos dejar destruir el sacramento del matrimonio y que hombre con hombre...mujer con mujer…y ¿lo que importa es revolcar catre?; cuando triunfa la mentira los que tenemos la revelación de la verdad ¿nos podemos dar el lujo de ser mediocres?; cuando triunfa la cultura de la muerte…los que defendemos la vida ¿nos podemos dar el lujo de ser mediocres?  [Sin duda, no], pero, nosotros estamos acostumbrados a la mediocridad, a la tibieza…nosotros estamos acostumbrados a hacer las cosas sin demasiado esfuerzo…miren para no ir tan lejos, si algo nos dejó la pandemia (…) fue que nos volvimos todavía más tibios en la FE…si antes éramos poquito ahora somos más poquito... si antes nos daba pereza ir a misa, ahora nos da más pereza”.

De allí, conforme lo expresa Stephen Covey,  el enorme desafío que representa el no poder darnos el lujo de ser mediocres…porque ello implica no tomar decisiones que solo satisfagan nuestros intereses, nuestros miedos, nuestro confort, ya que si las tomamos, nos impiden comprometernos con lo esencial, con causas, y aportaciones que vayan más allá de nuestro propio ego; no podemos darnos el lujo de ser mediocres conformándonos con los conocimientos de nuestra profesión, pues nos asiste el deber de ampliar nuestra percepción incorporando otros conocimientos del saber para poder interactuar con otras profesiones y hacer efectivo el reto de trabajar en equipo para lograr el tan anhelado y escaso milagro de la sinergia; no podemos darnos el lujo de ser mediocres permitiendo que el estómago y nuestros apetitos nos gobiernen, así como tampoco podemos darnos el lujo de permitir que las poderosas fuerzas restrictivas de las pasiones humanas como el resentimiento, la rabia y el rencor, guíen nuestro comportamiento; y finalmente, no podemos darnos el lujo de ser mediocres dejándonos condicionar por los paradigmas imperantes que nos determinan, sacrificando el deleite de expresar lo que pensamos y de experimentar el verdadero amor…aquel que se olvida de sí mismo para hacernos servicio y don para los demás.

“Y justamente por eso hoy es preferible tener perro o gato que hijo, porque un hijo o una hija siempre te piden dejarlo todo”, afirma el Padre Juan Jaime. Que seas capaz de superar la tentación de la zona de confort y de la elección del camino menos difícil.

Superar la mediocridad supone, entonces, canalizar nuestra energía de manera que permita ir configurando la mejor versión de sí mismos, desarrollando armónicamente las cuatro dimensiones que nos constituyen: con “disciplina” para gobernar los apetitos del “cuerpo”; con “visión” para proyectar nuestra “mente” y evitar sentirnos víctimas de las circunstancias; con “pasión” como el combustible y la fuerza de convicción para alcanzar la efectividad en el largo plazo, mediante el conocimiento y autodominio de nuestra emocionalidad; y finalmente, con “conciencia” para tomar decisiones con base en principios, que son faros que conducen al desarrollo pleno del hombre, para ir más allá de nuestro propio ego.


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