martes, 30 de marzo de 2021

DESCONOCIMIENTO DEL FUNCIONAMIENTO DE LA NATURALEZA HUMANA




La ética o principios éticos, afirma Carlos Llano Cifuentes, se configuran como el instructivo o manual de instrucciones, como el que suele acompañar al uso de cualquier artefacto, para conocer el funcionamiento de la naturaleza humana y lograr que el hombre, y por ende. la sociedad se desarrollen a plenitud y alcancen una vida lograda y justa.

En efecto, cuando adquirimos un computador, un celular, o cualquier dispositivo electrónico nos guiamos por lo que dice el manual de instrucciones del fabricante con el propósito de garantizar su uso adecuado y plena utilización. Y en realidad, nuestra cultura contemporánea nos ha educado para realizar esta actividad, sin embargo, sorprende que, paradójicamente, el hombre moderno conoce el funcionamiento de muchos artefactos tecnológicos, pero desconoce el funcionamiento de su propia naturaleza humana e ignora o desprecia el instructivo para su adecuado desarrollo.

Este desconocimiento del funcionamiento de su propia naturaleza es la causa originaria de la crisis ecosocial del planeta, pues el hombre al no saber de la existencia de la libertad de querer ni para que sirve, así como tampoco del grado de desarrollo de la misma ni de la manera de desarrollar adecuadamente sus dones de nacimiento, que lo constituyen, no logra el fin para el que originariamente fue destinado: su desarrollo a plenitud y el del colectivo, como integrante de la sociedad y del planeta en el que vive.

En primer lugar, no sabemos que contamos con una capacidad que nos permite gobernar nuestros apetitos e instintos, que es la denominada libertad de querer; en segundo lugar, tampoco sabemos que nos fue otorgada como un don, pero con un desarrollo incipiente; y en tercer lugar, mucho menos sabemos cómo desarrollarla.

Al desconocer estos tres aspectos, en relación con la libertad de querer, se revela el desconocimiento de nuestra naturaleza humana y, por ende, de cómo funcionamos, y en consecuencia, lo que domina nuestro accionar son nuestros instintos, apetitos y hábitos escritos por otros, en lugar de que dicho comportamiento sea producto de nuestra elección racional, vale decir, del uso de nuestra capacidad otorgada para ello: la libertad de querer.

Ya sabiendo que contamos con esta capacidad, debemos, entonces, saber también que dicha capacidad, nos es otorgada como semilla, y por tanto, es nuestro deber desarrollarla… y como la desarrollamos? pues, afirma Pérez Mercado Juan Francisco, “con esfuerzos personales que nos permitan conocer nuestra interioridad para identificar los guiones que otros nos han dictado y que han dado lugar a conductas inconvenientes…y elegir con base en principios” los cuales deben servir de orientación…para vivir guiándonos por esos principios o leyes naturales, en lugar de seguir la cultura basada en remedios rápidos, ya que la ignorancia o el desprecio de tales principios constituyen la forma más grave de degradación en el hombre.

De esta manera nuestro comportamiento es producto del uso de nuestra capacidad de elección, denominada libertad de querer, y no del determinismo de los hábitos, instintos y apetitos. Pues, si no desarrollamos esta capacidad, como es nuestro deber, entonces, no podremos “tomar decisiones…bajo el señorío de la razón, […sino que lo harán las poderosas fuerzas restrictivas…] del determinismo de las tendencias instintivas, sentimientos, emociones, pasiones, costumbres e intereses […individuales…que terminarán afectando a otros…olvidando] que el bien plenario de un hombre no puede concebirse como edificado sobre el mal de otro u otros, sino sobre el bien social, que comporta el bien individual de cada miembro de la sociedad”, afirma Pérez Mercado.

 

 


LOS PRINCIPIOS SON FAROS QUE SEÑALAN EL CAMINO QUE CONDUCE AL DESARROLLO PLENO DEL HOMBRE




https://www.elinformador.com.co/index.php/opinion/39-columnas-de-opinion/251824-los-principios-son-faros-que-senalan-el-camino-que-conduce-al-desarrollo-pleno-del-hombre


Los principios o pautas de desarrollo humano constituyen el segundo don de nacimiento que nos fue otorgado, pero a diferencia de la libertad, primer don de nacimiento, el cual hay que desarrollar, los principios…hay que deducirlos…, ya que se encuentran inscritos en nuestra naturaleza humana, de manera similar a como las leyes físicas o naturales, están presentes en la naturaleza, pero hay que desentrañarlas, tal como lo hizo Newton con la ley de la gravitación universal.

Sin embargo, como según Maimónides, uno de los grandes comentadores de Aristóteles, los seres humanos “nos encontramos dificultados para hacer una original deducción de los principios de conducta que arrancan de nuestra naturaleza, pero, podemos conocerlos gracias a la división del trabajo”, pues los estudiosos del tema pueden profundizar en él y realizar la deducción de los principios inscritos en nuestra naturaleza humana, así como lo hace el científico que reconoce o descubre una ley de la materia en la naturaleza.

En efecto, son varias las razones que expone Maimónides que dificultan la deducción: “carencia de los conocimientos filosóficos previos necesarios para hacer personalmente la deducción; deformación de nuestra conciencia por la debilidades personales, que nos impediría un análisis sereno, objetivo e imparcial de (nuestra naturaleza humana) y de los deberes de nuestra conducta que brotan de ella;  y apremios existenciales que dificultarían dedicarnos con paciencia y tiempo a un estudio arduo y prolongado…”

De manera que, una vez deducidos los principios, gracias a la división del trabajo mencionada, éstos deben servir de orientación para vivir guiándonos por esos principios o leyes naturales, en lugar de seguir la cultura de hoy basada en remedios rápidos, pues la ignorancia o el desprecio de tales principios constituyen la forma más grave de degradación en el hombre, pues así como no se pueden violar las leyes y principios naturales, ya que con ello se contaminan o colapsan los ecosistemas naturales, tampoco se pueden desestimar los principios o pautas humanas de conducta so pena de contaminarse también los ecosistemas humanos, pues los principios son universales, intemporales y manifiestos.

Los principios son universales, porque, de acuerdo con Covey, trascienden la cultura y la geografía; intemporales porque no cambian nunca; y manifiestos porque son indiscutibles, es decir, no requieren demostración, como los axiomas matemáticos. Estas características de los principios obedecen a que ellos surgen de la naturaleza humana y se deducen rigurosamente del concepto de hombre que tengamos. Carlos Llano Cifuentes, filósofo mexicano, señala que los principios “son pautas de desarrollo contenidas en la idea clásica del ser humano: dueño de sí y ansia de infinito, es decir, libre y trascendente”.

Para el filósofo mexicano “el cenit cultural de las normas humanas de conducta se encuentran reunidas en el decálogo bíblico, que configuran lo que él denomina los principios de contenido concreto, que tienen de denominador común: el desarrollo de la persona; (…) no son meras prohibiciones o normas voluntariamente impuesta por Dios, sino que están relacionadas con el desarrollo de la persona, (…) pues con la trasgresión del decálogo bíblico agrede el hombre su condición de persona, al convertirse en objeto…tanto la persona que ejerce la acción a la que se refiere el mandato o principio, como aquella a la que tal acción es destinada”.

Pero, sin duda el mayor síntoma de trasgresión de los principios que conducen al desarrollo pleno del hombre y a la plena sostenibilidad ambiental y social de nuestra civilización…es la actual crisis ecosocial del planeta.



URGE CAMBIAR EL PARADIGMA ARRASADOR PARA SUPERAR LA CRISIS ECOSOCIAL DEL PLANETA



https://www.elinformador.com.co/index.php/opinion/39-columnas-de-opinion/251280-urge-cambiar-el-paradigma-arrasador-para-superar-la-crisis-ecosocial-del-planeta 



Para cambiar un hábito nocivo y/o un comportamiento que se desea transformar, es preciso primero modificar el paradigma que subyace en dicho hábito y/o comportamiento, pues “mis actos están fundados sobre la creencia que constituye el paradigma”, afirma Pérez Mercado Juan Francisco.


Un paradigma, plantea Covey, es un marco de referencia, es un modo de ver el mundo, las cosas y las personas, es un esquema mental para comprender y explicar ciertos aspectos de la realidad que dan origen a nuestras actitudes y comportamientos. “Los paradigmas, pues, determinan los pensamientos, los sentimientos, las actitudes, los hábitos y actos de las personas. (…) por ejemplo: si tengo el paradigma de que los seres humanos deben ser íntegros y rectos, y me encuentro frente a la posibilidad de obtener un importante beneficio personal mediante engaños a alguien, sentiré la inclinación a no engañarlo porque si lo hiciera lesionaría mi integridad y mi rectitud”, afirma Pérez Mercado.

 

Cambiar el paradigma implica la operación de los dones humanos de la autoconciencia y la voluntad, ya que con la primera valoramos (identificamos guiones errados y principios básicos que rigen la conducta humana) y con la segunda elegimos y decidimos (iniciamos proceso de desaprendizaje/aprendizaje).

 

Cuando hacemos esto…rompemos el esquema estímulo-respuesta, característico de los animales…pues aquí reside, en forma incipiente, una de las características que nos distingue como especie… en efecto, entre el estímulo y la respuesta existe la presencia en germen de la libertad, la cual nos permite romper el esquema conductista, automático y determinístico que caracteriza a la especie animal.

 

Este proceso, señala Pérez Mercado “es una conquista, y una conquista difícil, porque el viejo automatismo que ha sido desaprendido no desaparece y pugna por seguir dominando la conducta interfiriendo el proceso del nuevo aprendizaje, y solo después de un combate queda en estado de latencia. Es necesaria una vigilancia constante de la persona y una disposición permanente de su voluntad independiente para lograr que en cada momento apropiado el sujeto actúe obedeciendo [el nuevo paradigma] hasta lograr mediante la repetición que se afiance el aprendizaje del nuevo hábito”.

 

En consecuencia, si realizamos con frecuencia este proceso descrito precedentemente, el espacio entre el estímulo y la respuesta se va ampliando…y poco a poco vamos desarrollando esta capacidad incipiente, lo que nos permitirá avanzar a una más alta libertad.  La pandemia, precisamente, ha llevado a replantearnos el paradigma de cómo debemos relacionarnos con el planeta y con nuestros semejantes, pues de continuar así, vale decir, con el mismo paradigma arrasador, las posibilidades de encontrar la plena sostenibilidad ambiental y social del planeta se restringen dramáticamente.

El eje central de la encíclica Fratelli tutti del Papa Francisco es precisamente un verdadero nuevo paradigma civilizatorio: “un modo de habitar la Casa Común como frater hermano y hermana, en la cual prevalece una fraternidad sin fronteras entre los humanos y también con los demás seres de la naturaleza de la cual es parte, en contraposición al paradigma de la modernidad asentado sobre el dominus, el ser humano como amo y señor de la naturaleza y no parte de ella”.