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Al nacer, plantea Stephen Covey, nos fueron concedidos unos
espléndidos dones o capacidades…pero, fueron otorgados como semillas…sin
germinar… lo cual significa que dichos dones deben ser cultivados y desarrollados
por cada sujeto, pues nos fueron dados en potencia…en estado latente… en
germen.
Los dones de nacimiento que nos fueron otorgados, en forma
incipiente, y que nos distinguen como especie son: la libertad; unas leyes naturales
o principios de carácter universal que nunca cambian; y cuatro (4)
inteligencias, dimensiones o capacidades (física/económica, emocional/social,
mental y espiritual).
Respecto del primer don, plantea Covey que “la libertad
humana o facultad para elegir significa que no somos sólo el producto de
nuestro pasado, de nuestros genes o de nuestros hábitos…que sin duda influyen
sobre nosotros…pero no nos determinan”, pues con nuestras elecciones nos determinamos
a nosotros mismos. En efecto, lo anterior se corresponde con el concepto de
libertad dado por Luis Carlos Restrepo, al definirla como “la capacidad de
romper el orden simbólico interno y proponer nuevos modelos de pensamiento y
acción”. El orden simbólico que la persona proactiva debe
romper es el orden natural de su automatismo animal (primera naturaleza), y el
de sus hábitos, que configuran la segunda naturaleza.
Con relación al segundo don, señala Carlos Llano Cifuentes,
filósofo mexicano, que los principios “son pautas de desarrollo contenidas en
la idea clásica del ser humano: dueño de sí y ansia de infinito, es decir,
libre y trascendente”; y Stephen Covey señala que “los principios son como
faros. Son leyes naturales que no se pueden quebrantar”. Usar con sabiduría la
libertad o capacidad para elegir, señala el Sócrates americano, significa vivir
guiándonos por esos principios o leyes naturales, en lugar de seguir la cultura
de hoy basada en remedios rápidos, pues la ignorancia o el desprecio de tales
principios constituyen la forma más grave de degradación en el hombre.
Para decirlo claramente, así como en la naturaleza hay leyes
naturales que la rigen, y que han sido desentrañadas por la ciencia, como la
ley de la gravedad, las leyes de la termodinámica, los principios de Pascal y
ecológicos, por ejemplo, en el hombre también hay principios o pautas de
conducta que lo rigen y deben guiar su comportamiento… y así como no se pueden
violar las leyes y principios naturales, pues se contaminan o colapsan los
ecosistemas naturales, tampoco se pueden desestimar los principios o pautas humanas
de conducta so pena de contaminarse también los ecosistemas humanos, pues los
principios son universales, intemporales y manifiestos.
Para el filosofo mexicano “el cenit cultural de las normas
humanas de conducta se encuentran reunidas en el decálogo bíblico, que
configuran lo que él denomina los principios de contenido concreto, que tienen
de denominador común: el desarrollo de la persona; (…) no son meras
prohibiciones o normas voluntariamente impuesta por Dios, sino que están relacionadas
con el desarrollo de la persona, (…) pues con la trasgresión del decálogo
bíblico agrede el hombre su condición de persona, al convertirse en objeto…tanto
la persona que ejerce la acción a la que se refiere el mandato o principio,
como aquella a la que tal acción es destinada”.
Pero, además, de los principios de contenido concreto, existen
otros principios que no indican concretamente las personas a que se refiere la
acción, o la persona sobre la que recae la acción referida, sino que se
formulan de una manera formal, de modo que puedan materializarse o concretarse
en los objetos de una situación determinada; dichos principios son denominados
por Llano Cifuentes, principios formales de moralidad, “los cuales ofrecen la
ventaja de dotar al individuo de una mayor autonomía, pues es el quien hace una
aplicación que, aún no estaba hecha, como lo estaba en los principios de
contenido concreto; (…) [la persona no debe considerarse
nunca como medio sino como fin], es un ejemplo de principio formal
de moralidad, pero el llamado imperativo categórico de Kant, [obra de tal manera
que tu acción pueda erigirse en norma universal de conducta], se puede
considerar como el más formal entre los principios formales”.
Y, el tercer don, el cual alude a las cuatro (4)
inteligencias, dimensiones o capacidades se corresponden con las cuatro partes
de la naturaleza humana simbolizadas por el cuerpo, el corazón, la mente y el
espíritu.