domingo, 2 de noviembre de 2008

BODAS DE ORO

Es particularmente grato, celebrar unas bodas de oro, precisamente en estos momentos, en que las estadísticas sobre matrimonios rotos o en trance de romperse, son para desanimar a cualquiera.
 
Hoy es un día especial…, de emociones muy diversas. Y de tantos… y tantos recuerdos. Unos serán en colores muy vivos, otros quizá, en blanco y negro. Pero lo cierto, es que hoy pueden sentirse profundamente orgullosos y agradecidos por la construcción de este matrimonio ejemplar. Ha sido un logro de ambos, de cada uno. Y, entre los dos, han ganado la partida. Habrán tenido sus batallas, pero cada uno ha curado las heridas del otro, han pasado por alto sus faltas y han comprendido sus defectos; y, por supuesto, también habrán enfrentado a ese perro fiel pero importuno… del dolor. Dolor que rompe la fe en nosotros mismos, dolor que rompe las ganas de vivir, que rompe nuestra fe en la vida, dolor que rompe la esperanza y dolor que rompe la fe en Dios. Porque lo cierto es que a todos, tarde o temprano, nos llega.
 
Pero, supieron convertirlo en una oportunidad para la sabiduría, porque el dolor los hizo fuertes, los hizo luminosos, desplegó sus capacidades, y…, como el ángel del dolor es también el ángel de la misión, en medio de las dificultades, pudieron descubrir su misión y el sentido de sus vidas: almas gemelas, que supieron cuidarse y complementarse, demostrando su entrega en las cosas grandes y en los pequeños detalles. A través de estos llamados de atención que siempre da la vida, encontraron el secreto para mantener su matrimonio, construido bellamente sobre ese amor, que supieron cultivar. 

Y gracias a ese amor, pudieron cumplir de manera inmaculada la otra gran misión encomendada a la familia, cual es la de ser padre y ser madre. Padres que se proyectaron hacia el futuro, que se proyectaron fecundamente, que se proyectaron como el sembrador que esparce semillas sobre la historia, en nosotros sus hijos, como promesa y esperanza. Por tal razón merecen el calificativo, el gran calificativo de ser un verdadero padre y ser una verdadera madre, apóstoles de la familia…, apóstoles, que reclama hoy en día, con urgencia, nuestra sociedad, dado el grave desconcierto ético por el que atraviesa la familia, reflejo y fundamento de la sociedad.
 
Mirad ahora a vuestro alrededor, a toda esta familia que los quiere, los admira y respeta. Da gusto. Es vuestra familia. Es vuestra única, cierta y verdadera alegría. Porque es lo que sembrasteis. Y toda esta cosecha…fruto de su amor, y que florecerá y dará su fruto en gran medida, gracias a ustedes.Y toda esta cosecha.
  • Por su entrega y dedicación.
  • Por su ternura y paciencia.
  • Por el soporte afectivo suministrado, que fundamentó las bases sólidas de nuestra existencia.
  • Por ser formadores del referente ético y moral que nos constituye. Después de los años, después de los ires y venires de la vida, al final lo que queda, es lo que nos enseñaron en casa.
  • Por ser constructores de nuestra autoestima. Cuando nos amaron, cuando nos dieron normas y valores, cuando nos dijeron esto se hace y esto no se hace, cuando nos llamaron la atención y se interesaron por nosotros, cuando no les dio lo mismo que llegáramos a las 8 o que llegáramos a las 10, cuando no quedaron como si nada hubiera pasado, cuando fuimos groseros o utilizamos un lenguaje inadecuado, cuando se interesaron así, por nosotros, así los llamáramos cansones, entonces… nosotros sus hijos construimos nuestra autoestima.
  • Y toda esta familia fruto de su amor…
  • Por haber sabido brindar soporte en los momentos de crisis. Es imposible alfombrar toda la vida humana, no se puede, tarde o temprano nos vamos a estrellar con algo. La labor de ustedes no fue evitarlos. Evitaron lo que se puede evitar. Pero sobre todo la labor realizada fue la de sostenernos en aquellos momentos de dificultad. Y al sostenernos… nos prepararon, también, para las vicisitudes de la vida.
  • Por forjar nuestro carácter, al enseñarnos a ser responsables, a responder por nuestros actos.
  • Por ser modelos de admiración. Porque admirándolos aprendimos a vivir. 
  • Por educarnos con un poco de hambre y de frío, sin jamás faltar lo esencial, porque es la carencia la que forma y educa.
  • Por ser guías de camino, inspiradores, que generaron en nosotros el orgullo de sentirnos sus hijos y por dejar la huella del amor en nuestras almas.
  • Por construir una familia dispensadora de bienes espirituales, ya que una de las grandes limitaciones, hoy en día, de la familia colombiana, es que es una familia regalona, dispensadora de bienes materiales.
  • Por las renuncias, sacrificios, desvelos, privaciones e incluso por la protección deficiente de sus propios derechos individuales, para garantizar los beneficios de nosotros…, de la familia, bien colectivo, ontológicamente superior. 
  • En fin, por ser modelo de humanidad, porque fue aquí, en el seno de nuestra familia, donde aprendimos a ser personas, padres, esposos y hombres. 

El amor de pareja irradiado durante estos 50 años de matrimonio, donde jamás vimos un golpe, un irrespeto, un insulto, un maltrato, una incoherencia, o un mal ejemplo, es revelador de su calidad y profundidad humana como personas y como pareja,…, parejas, que no nacen todos los días. Otro fuera el destino de nuestra nación, si tuviéramos más parejas de su talante. 

Solo les resta esperar… ver germinar sus enseñanzas, las cuales han dejado en fermento en nosotros sus hijos. Ustedes han hecho lo que les corresponde, han cumplido, como los que más, la misión encomendada. La providencia sabrá como reconocerles su noble labor, desarrollada de manera admirable, impecable y sin tacha alguna. 

Que Dios los siga iluminando y protegiendo. 

Su hijo, Oscar