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Nos sucede a menudo que los árboles no nos dejan ver cómo
es todo el bosque…en efecto, unos pocos árboles, o algún tipo de
vegetación no pueden ofrecer una visión completa de la unidad estructural del
bosque…de la misma manera que una visión de una profesión sobre un tema
interdisciplinario nos ofrece una visión fragmentada de lo que se estudia.
Pues, eso también suele acontecer en la espiritualidad,
afirma el sacerdote chileno Segundo Galilea. “Para muchos católicos, esta palabra
evoca multitud de exigencias, que terminan por encubrir su núcleo simple y esencial.
Otros parecen confundir tal o cual «árbol» importante con el «bosque». Identifican
la espiritualidad con la oración, o con la cruz, o con la entrega a los demás...”
¿Cuál
es el bosque, de la espiritualidad, entonces?
“El Evangelio nos revela la raíz de toda espiritualidad y nos
devuelve la exigente simplicidad de la identidad cristiana. Nos enseña que ser discípulo
de Jesús es seguirlo, y que en eso consiste la vida cristiana. Jesús exigió
fundamentalmente el seguimiento, y todo nuestro cristianismo se construye sobre
nuestra respuesta a esta llamada. Desde entonces, la esencia de la espiritualidad
cristiana es el seguimiento de Cristo. Sólo ahí se verifica nuestra fidelidad. Seguimiento
que es la raíz de todas las exigencias cristianas y el único criterio para valorar
una espiritualidad”, afirma el sacerdote chileno.
Surge entonces, la pregunta obligada…si
el bosque y la esencia de la espiritualidad es el seguimiento… ¿qué es el
seguimiento?
De conformidad con lo establecido por
Segundo Galilea, “la misión es una forma eminente del seguimiento de Jesús (…) la misión implica un estilo de vida absolutamente
coherente con el evangelio(..) con sus criterios (…) en la misión el espíritu
es parte del contenido de su mensaje y de su eficacia. No sucede lo mismo con
otras actividades humanas, en que la competencia profesional puede separase de
la forma de vida del individuo (…) en la perspectiva de la fe, la misión es
hacer lo que Dios quiere, y al ritmo que Dios quiere, y no todo lo que nosotros
pensamos que habría que hacer (…) pues el objetivo radical de la misión es la
conversión profunda como madurez humana a través de las diversa etapas y crisis
del proceso”.
De ahí, dada la gran dificultad, que
implica el proceso de conversión, nos quedamos con la visión fragmentada de los
árboles de la oración, la cruz y el servicio, que a pesar de su importancia, no
nos no dejan ver el núcleo esencial y la totalidad del bosque de la
espiritualidad…representado en el seguimiento permanente y atento de nuestro
comportamiento, para su ajuste, conforme a las enseñanzas y principios proclamados
y encarnados por Cristo y la consecuente renuncia a los valores que los
contravienen, que es en lo que consiste la conversión como proceso de madurez
humana, incluidas sus etapas y crisis, en el marco del proyecto de vida
personal.
Pero, la posibilidad de realizar dicho
ajuste requiere del apoyo de la Providencia…porque tal como lo señala el sacerdote
colombiano Juan Jaime Escobar “la posibilidad de vivir una vida de compasión,
de vivir una vida buena, ES UNA REALIDAD QUE ESCAPA A LA MERA CAPACIDAD HUMANA.
El ser humano necesita de la gracia divina, para poder vivir haciendo el bien”.
Y por tanto, solo el que es consciente de esta necesitad del auxilio divino para
lograr el ajuste de su comportamiento, “se acerca a Dios permaneciendo en la
oración. Y… por su humildad y resolución, Dios le concede sus dones, y no le
quita su gracia. (…) Dios que es compasivo, retrasa las gracias, ya que esta
reserva lleva al hombre a acercarse y a permanecer cerca de Él (…) para que
necesite de él”, afirma el monje Sirio Isaac.
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