Stephen Covey plantea que “los
éxitos profesionales no pueden compensar los fracasos en las relaciones
matrimoniales y familiares. (…) No es tarea fácil mantener unas relaciones
matrimoniales y familiares adecuadas a lo largo del tiempo. (…) Tener al frente
un equipo compuesto por esposo/esposa basado en principios ayuda a ello. (…) Si
usted aplica las siguientes 8 prácticas basadas en principios revitalizará y
enriquecerá sus relaciones familiares: 1. mantenga una perspectiva de largo
plazo, 2. establezca una misión conjunta, 3. reescriba el guion de su vida
familiar, 4. reconsidere sus roles, 5. replantee sus objetivos, 6. reoriente
los sistemas de la familia, 7. recupere la seguridad interior y 8. ajuste tres habilidades
vitales”.
Primero. “Sin una perspectiva de
largo plazo no resistiremos ni podremos sobrellevar los inevitables rigores,
luchas y desafíos que se nos van a presentar; las ideas a corto plazo nos
hunden en una ciénaga y nos dejan expuestos a nuestros propios medios para
salir de ella”. Una acción presente sin un marco de referencia que permita comprender
lo particular a partir de lo universal, el detalle a partir de la totalidad, y una
situación dentro de un contexto más amplio capaz de relacionar lo puntual con lo
global, nos conduce a un activismo ciego sin norte y sin responsabilidad. Es
aquí donde reside la importancia de la perspectiva del largo plazo al otorgar
dirección y sentido al quehacer presente.
Esta perspectiva de largo plazo
es lo que comúnmente llamamos visión, la cual consiste en “ver un estado futuro
con el ojo de la mente (…) que representa sueños, deseos, esperanzas, metas,
planes”, es una perspectiva de visualizarnos en el largo plazo, que a su vez señala
el camino que se debe seguir para alcanzar las metas propuestas.
“Construir puentes entre lo ideal
y lo real, evita vivir en dos compartimientos aislados: la cara abstracta,
etérea, idealista, espiritual, y la cara mundana, terrenal, cotidiana de la
vida”.
Segundo. Una vez concebida la
visión individual/colectiva se establece una misión conjunta, pues tal como lo
señala Stephen Covey “el enunciado de la misión pretende servir a los líderes
de las familias y organizaciones como expresión de su visión y de su sentido de
la responsabilidad. Intenta alinear, en una corta frase, el núcleo de valores
de la familia/organización, y genera un contexto que da significado, dirección
y coherencia a todo lo demás”.
Establecer una misión
conjuntamente es una de las experiencias unificantes más poderosas que una
familia puede tener. (…) Al escribir el proyecto de una constitución familiar,
usted va a la raíz del problema, al identificar un núcleo de valores y metas
que orientan los sistemas (metas, programas, normas para enseñar, comunicar y
resolver problemas) en función de ellos. Gestione la construcción de los
cimientos. Hágalos seguros. El núcleo de una familia es lo inamovible, lo que
siempre estará allí. Todo esto puede ser descrito en una declaración de
principios que será la línea de conducta de la familia.
Si bien el producto final es
importante, más importante aún es lo que ocurre en su proceso de elaboración.
Para que el enunciado de esa declaración sirva realmente como una constitución,
algo que guie, gobierne e inspire, todos los miembros de la familia deben
participar en él. Ese enunciado debe dar vida a los principios que todos los
miembros consideran valiosos. Deje que esa redacción evolucione a lo largo de
semanas e incluso de meses. Cree oportunidades para que los sentimientos puedan
expresarse abiertamente, sin ser juzgados. A continuación comparto el enunciado
de la familia Covey, que puede servir de orientación para la formulación de las
nuestras: La misión de nuestra familia es crear un ámbito que nos nutra de
orden, verdad, amor, felicidad y distensión, y brindar oportunidades a todos
para hacerse responsablemente independientes y eficazmente interdependientes,
con el objetivo de alcanzar fines valiosos para aportarlos luego a la sociedad”
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