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La Fiesta
religiosa que conmemora la ascensión de Jesucristo en presencia de sus
discípulos tras anunciarles que les enviaría el Espíritu Santo, celebrada 40
días después del domingo de resurrección (26 de mayo), que por la Ley Emiliani
se trasladó para el pasado lunes festivo, se celebró el domingo 29 de mayo.
En su homilía el Sacerdote Juan Jaime
Escobar señala que “esta fiesta…no es únicamente una fiesta del Señor… sino que
esta fiesta…es nuestra fiesta…y es la fiesta de todos nosotros...por la manera
como Jesús entiende la existencia (…) el ascenso a Dios no es un ascenso
físico…el ascenso a Dios es un ascenso espiritual, para que ascendiendo en las cuatro
(4) dimensiones de nuestra existencia nos preparemos y nos capacitemos para
llegar a la plenitud (…) ese es el ascenso de tu humanidad...la vida cristiana
es un camino de ascenso a la plenitud de la humanidad…HACER LA MEJOR VERSIÓN DE
HUMANIDAD” lograr la mejor versión de sí mismo.
De manera coincidente lo plantea Stephen Covey, al afirmar
que la manera de ascender o la manifestación más elevada para el desarrollo y
cuidado de la dimensión del “Cuerpo” es la “Disciplina”, es decir, la capacidad
de organizarse para garantizar nivel de vida, pero sobre todo calidad de vida, al
convertirse en agente activo del cuidado de la salud corporal, mediante una
sana nutrición y ejercicio equilibrado y constante, cuya principal recompensa
no es solamente física sino mental y espiritual por el enorme flujo de paz y
confianza que liberan la disciplina y el autodominio; que la manera de crecer, desarrollar
y cuidar la “Mente” es tener una “Visión” la cual representa tus metas, planes,
esperanzas y sueños; por su parte, la fuerza creativa para el desarrollo y
cuidado del “Corazón” es la “Pasión”, el combustible, la fuerza de convicción para
lograr la efectividad en el largo plazo, mediante el conocimiento y autodominio
de nuestra emocionalidad; y finalmente, la manifestación más elevada para el
desarrollo y cuidado del “Espíritu” es tomar decisiones a “Conciencia”, vale
decir es la fuente de orientación para las otras tres dimensiones que
representa nuestra voluntad de sentido de contribución que va más allá de nuestro
propio ego.
“Y justamente eso es lo que Dios nos
regala en esta fiesta en la que vemos ascender a Jesús…ustedes se han dado
cuenta que cuando las personas están afligidas, tristes, ansiosas,
deprimidas…la gente se desciende… entonces uno dice…es que estoy muy bajito de
ánimo, bajito de tono, estoy bajoniao, (…) ¿cómo hacemos cuando queremos tomar
ánimo?…Nos ampliamos…respiramos mejor, nos abrimos…es lo bonito de la metáfora
de la ascensión...entonces les voy a dar una clave: muchachos no se imaginen la
ascensión físicamente porque entonces no la vamos a entender…Jesús no sube como
el transbordador espacial, lo que pasa es que te lo relatan así, es porque son
hebreos…los hebreos no relatan en forma teórica e intelectual, como los
filósofos griegos, sino que lo hebreos te relatan con símbolos históricos, y
por eso te hablan de la idea de la ascensión a la nube, pero la nube en el
antiguo testamento es el lugar de la presencia de Dios, por lo tanto subir
hasta que una nube lo guarda, lo acoge, lo recibe.. es ascender a Dios… y el ascenso a Dios no es un ascenso físico…el ascenso a
Dios ES UN ASCENSO ESPIRITUAL”, afirma el padre Juan Jaime.
Parafraseando a Covey, entonces, la programación de la
cultura que nos mantiene bajitos de ánimo son: para el descuido y uso del
“Cuerpo”, la “extravagancia”, es decir, sacrificar lo que más importa en la
vida por el placer o la emoción del momento; para el descuido y justificación de
la dimensión de la “Mente”, el “victimismo”, que no nos permite trascender
nuestro pasado, nuestros recuerdos, y por tanto, impide desarrollar el sentido
de nuestro propio destino; el software cultural para descuido y uso del
“Corazón” son el “espejo social”, o las opiniones, percepciones y paradigmas ajenos
expresados en condicionamientos que nos determinan; y el esquema mental cultural
para el descuido y justificación del “Espíritu” es el “ego” que no nos deja comprometernos
con causas, contribuciones y aportaciones que vayan más allá de nuestro propio
ego, incluida la familia, como su prolongación.
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