Pues, si descuidamos alguna de ellas, producimos desequilibrios que afectan nuestro bienestar y el de los demás. En efecto, si descuidamos el Cuerpo, nos enfermamos, y el nivel de productividad de un cuerpo enfermo disminuye; si desatendemos nuestro Corazón, nos dejamos arrastrar por las poderosas fuerzas restrictivas de las pasiones humanas, tales como el rencor, la envidia, el egoísmo, etc., que afectan las relaciones familiares y laborales; si no cultivamos nuestra Mente, sin darnos cuenta, pronto llegamos al nivel de incompetencia, por no desarrollar nuevas habilidades y capacidades, y por lo tanto nos tornamos prematuramente improductivos; y si no desarrollamos la dimensión espiritual, las decisiones cotidianas que tomamos, en lugar de estar orientadas por principios éticos o leyes naturales que rigen nuestra naturaleza humana, serán conducidas por nuestro ego altivo y vanidoso, que además de limitar nuestro radio de influencia, impide liberar el enorme potencial de servicio, que caracteriza a lo humano, al circunscribirlo a satisfacer nuestro propio ego.
Si logramos incorporar este paradigma de “la persona completa” en nuestros propósitos de vida, estaremos, no solo garantizando en el largo plazo el bienestar individual y colectivo, sino que nos convertiremos en agentes de cambio, que no perpetuamos el modelo imperante.
Feliz año !!!!!!!
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