La inteligencia emocional es una de las cuatro capacidades que se nos ha concedido como don de nacimiento…pero dicha capacidad nos es otorgada en forma de semilla, plantea Stephen Covey, y por tanto, es nuestro deber advertirla y desarrollarla.
Si no lo hacemos, si desatendemos esta capacidad, dada en
germen, no comprenderemos nuestras reacciones ni su funcionamiento, y nos dejaremos
arrastrar por las poderosas fuerzas restrictivas de las pasiones humanas, tales
como el rencor, la envidia, el egoísmo, etc., que gobiernan, de esta manera,
nuestro comportamiento y afectan las relaciones personales, familiares y
laborales.
Particularmente en las
negociaciones, plantea Fisher y Ury, “el conocimiento y entendimiento de las
emociones, tanto de las nuestras como de las del otro, es un paso vital…porque las
emociones pueden bloquear los asuntos. (…) El conocimiento de las emociones es
un paso importante para poder encontrar las causas de estas…porque es mucho más
productivo colocar los esfuerzos en donde están las causas de las emociones (…)
En el mundo emocional que es tan etéreo y confuso, es importante aumentar el
conocimiento y así poder reducir el riesgo (…) Un paso inicial para poder
comprender las emociones del otro es que usted se conozca a sí mismo”.
La metodología de Harvard establece cinco (5) pasos para el
conocimiento de las emociones:
El paso número 1 es el reconocimiento
de la existencia de la emoción, tanto la propia como la de ellos. Es importante
destacar que esto es un proceso y no un actividad puntual y, por tanto, exige
atención y cuidado: Observe que temen, de que están orgullosos, cuáles son sus
sueños. (…) haga una descripción por escrito de sus emociones y de la de ellos;
(…) Reconozca los asuntos en los que ellos son particularmente sensibles, los
llamados BOTONES CALIENTES, es decir [las acciones que los encienden]
y las de los demás que nos encienden (expresiones, comentarios o acciones). Si nosotros
conocemos estos botones calientes será más fácil llegar a reconocer las
emociones de ellos (…) a identificar los MOVILIZADORES de los demás, es decir,
lo que les impulsa a actuar.
El paso número 2. Después de
reconocer la existencia de las emociones…es preciso ENTRAR A ENTENDERLAS y
lograr conocer las CAUSAS, los EFECTOS y las MANIFESTACIONES. Primero, hable
explícitamente de las propias y después de las de la contraparte…en algunas
ocasiones se puede detectar una especifica emoción en el otro, pero aquel no la
reconoce y más bien insiste en negarla; por eso es importante brindar un
ambiente propicio para que el otro reconozca sus emociones sin ninguna
inhibición, y para no dar a entender que se está jugando al psicoanalista.
El paso 3. Reconocerlas como
LEGITIMAS. Enfocarse explícitamente en las emociones que están sintiendo las
partes para reducir la complejidad del problema; discuta sobre las emociones
comprometidas… así se volverá la negociación más proactiva que reactiva; lo
anterior con el objetivo de ADMINISTRAR las emociones y no permitir que seamos
víctimas de las emociones. De esta manera las emociones serian nuestras aliadas
y no nuestras debilidades.