Sin duda, el gran cuello de botella de la descentralización es …LA CORRUPCION…vale decir, que la plata se quede en los políticos y en las elites regionales. Pero eso…no nos debe conducir al camino de la inacción, que es la peor elección, por cuanto preserva el statu quo favorable a los intereses del centralismo…por el contrario nos debe impulsar a explorar alternativas a la crisis, que busquen atacar el originen de nuestros desacuerdos: el “inequitativo reparto del poder”, como lo afirma el maestro Hernández Becerra.
Afinar los mecanismos de control institucionales,
es una de las medidas a nuestro alcance y prevista en la Constitución del 91,
así como también el control social y las veedurías ciudadanas que, por la
proximidad y cercanía a los mandatarios, facilitan el proceso de seguimiento y
de rendición de cuentas de sus ejecutorias. Pero, como la razón y el argumento
del CENTRO para no descentralizar es la corrupción…es preciso recordar que los robos
en el centro, también, son el pan diario de cada día…con el agravante que son
mayores… y con actores más fuertes, y por tanto, tienen mayor poder para manipular.
Haciendo la analogía con la institución familiar, es como cuando el papa
borracho o proclive a violar normas…critica a su hijo porque va por el mismo
camino, que él como padre le ha enseñado con su ejemplo…así está el Estado, con
los municipios. Sin embargo, así como al hijo hay que darle la oportunidad para
que construya su vida, así cometa errores, siempre presentes en la vida humana…a
los entes territoriales menores también hay que dárselas… que es lo que busca
este proceso de AUTONOMIA REGIONAL.
En palabras del ex magistrado y profesor emérito
del Externado de Colombia, Augusto Hernández Becerra, la crisis de la nación se
puede resumir así:
“El más grande adversario de la colombianidad es su
sistema político, corrupto, decadente y centralizado. Enemigo, por supuesto, de
la extensión de la democracia, del paso de la formalidad democrática a la
democracia participativa. Un Estado centralizado es más operativo para las
necesidades de un sistema político que funciona sobre la base del intercambio
de favores entre los diversos actores políticos, el saqueo de las arcas
públicas, el cobro de primas, comisiones o premios por tráfico de influencias
(…) del acaparamiento del poder decisorio sobre la destinación de recursos
públicos, la contratación estatal y el reparto de los empleos públicos (…) de un
sistema político basado en el clientelismo en el cual se intercambian votos por
prebendas (…) para crear condiciones de “gobernabilidad”, es decir, para comprar
apoyo político con el patrimonio del Estado, que es de la comunidad entera; para
destruir toda posibilidad de oposición política; y para enriquecer a protegidos
del régimen”.
En consecuencia, “se ha acentuado una cultura de la
democracia simulada y de corrupción galopante, por cuanto el dinero se agota en
pagar favores políticos. (…) Y la descentralización atenta contra la trama de
intereses creados a la sombra del centralismo. Las pequeñas administraciones
son más transparentes, más controlables, más penetrables por las veedurías
ciudadanas. Mas pequeños los robos, más débiles los autores”, señala el
exmagistrado.
“Si el Estado no transvasa sus competencias y
recursos en las entidades territoriales, si no hace un esfuerzo mayor de
financiación directa a los gobiernos municipales y departamentales…se
re-centraliza”, como ha ocurrido en los últimos 30 años, perpetuándose de esta
manera el abandono, la precariedad de servicios en la periferia, la inseguridad
y la violencia que nos ha acompañado durante toda nuestra
existencia republicana, al no
intentar combatir la causa originaria de nuestras violencias internas: el “inequitativo
reparto del poder”, concentrado en el centro de su territorio.






