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Con ocasión del reciente
enfrentamiento entre Colombia y EEUU por la deportación de colombianos desde
ese país, que envió esposados a los ciudadanos colombianos deportados, me
permito expresar mi opinión sobre el manejo que se le debió haber dado, desde la
óptica de la gestión de conflictos.
La reacción de Petro de no autorizar el ingreso de los deportados,
después de haber sido autorizados por la cancillería colombiana, es una clara “realización
de un acto negativo” que incita al escalamiento del conflicto por cuanto era
previsible una reacción de mayor magnitud por parte de Trump, tal como lo
establece la ley empírica del conflicto, “producida una escalada, un aumento de magnitud de
la conducta conflictiva de una de las partes, la otra, generalmente se ve
obligada a responder con una conducta de magnitud mayor”, más aún si la
contraparte representa a la potencia del mundo occidental.
De manera que la manera sensata de haber expresado
su malestar era por la vía diplomática, manifestando con vehemencia, que
las próximas deportaciones no se aceptarán si continuaban viniendo esposados
los deportados nacionales… argumentando que ese problema de inmigración tan
grande que tiene Estados Unidos ha sido generado por ellos mismos…por sus
políticas neoliberales que llevan implícitos “un sistema de desigual
intercambio generador de desequilibrios: la periferia suministra materias
primas [y mano de obra]
baratas y el centro suministra ciencia y técnica avanzada”, según Leonardo
Boff, que ha obligado a los pobladores de la periferia de los países
subdesarrollados a emigrar hacia EEUU estimulados por las oportunidades de
empleo no calificado y la tasa de cambio que permite generar un ahorro para
enviar a sus familias en sus países de origen.
En virtud de lo anterior el
“sistema desigual de intercambio generador de desequilibrios” que es la medula
del sistema capitalista ha generado el problema de inmigración que se les ha
tornado inmanejable, al punto que se constituyó en una de las promesas de
campaña que llevó a Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos. En
efecto, el fenómeno de la inmigración de indocumentados que asciende a una
población estimada del orden de los 11 millones, según el Departamento de
Seguridad Nacional de los EEUU-DHS-2024, es tan lamentable como el éxodo
venezolano producido por el régimen Chavista/Maduro que asciende a 7.7 millones
de personas.
Como el mundo es
interdependiente, las economías de los países no son la excepción…no son independientes,
dado que “los países más avanzados han absorbido las economías de los países
dependientes”, y el subdesarrollo del tercer mundo es “consecuencia del
desarrollo dentro del sistema capitalista (…) el desarrollo no tiende a hacer
salir del subdesarrollo, sino a mantener la relación de dependencia. Puede
darse gran desarrollo dentro de un régimen de subdesarrollo, [replicando en su interior]
la estructura de dependencia”, según lo señala Leonardo Boff.
De manera, análoga, así acontece también, con el ejercicio de
la autoridad en el proceso educativo: o se ejerce autoridad o se es
autoritario. Pérez Mercado Juan Francisco, afirma que “tienen en común estos
dos conceptos el propósito de limitar y regular la actividad del educando/niño.
Pero difieren en que mientras quien ejerce la autoridad busca y espera que el
educando/niño se independice de él, quien ejerce el autoritarismo persigue
perpetuar la dependencia que respecto de él tiene el infante”. Es decir, que,
así como el autoritario busca perpetuar la dependencia del educando/niño, el
desarrollo busca también mantener la relación de dependencia de los países
subdesarrollados, mediante el mecanismo centro/periferia.
La teoría de la dependencia, según el pensador
brasileño Fernando Henrique Cardoso, define al fenómeno del subdesarrollo “como
un proceso social, global y dialéctico, [que surge como] consecuencia del
desarrollo del capitalismo industrial, y cuyo mecanismo básico [de
funcionamiento], consiste en crear, para generar y mantener su progreso
científico-técnico y su creciente bienestar, un centro (…) y una periferia
donde se instaura la dependencia, el estancamiento económico, los
desequilibrios sociales y las tensiones políticas, sin soluciones autónomas”
Efectivamente,
como el capitalismo está montado sobre el eje de la libertad económica y el
socialismo sobre el eje de la justicia social, un énfasis exacerbado en el eje
de la libertad económica, como en el caso del neoliberalismo, nos está conduciendo,
en esta caso, al fenómeno inmanejable de la inmigración por “el sistema desigual
de intercambio generador de desequilibrios” que existe en su seno, que obligan
al éxodo de millones de personas hacia los EEUU; pero,
por otro lado, si el desmedido énfasis se efectúa sobre el eje de la
justicia social nos conducirá al descalabro de las economías, tal como sucede
hoy en día con Venezuela.
Lo
anterior implica que, para mantener la polaridad o equilibrio del ecosistema de
la esfera pública de los modelos de desarrollo, los países socialistas deben
redireccionar sus políticas públicas hacia la libertad económica, y los países capitalistas
deben hacerlo hacia la justicia social. Como ambos sistemas producen
desequilibrios por hacer énfasis exacerbado en uno de los dos ejes, la
racionalidad ecológica señala que equilibrar el modelo exige encaminar acciones
hacia el eje descuidado.