viernes, 31 de enero de 2025

CONATO DE CONFLICTO COLOMBIA/EEUU

 





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Con ocasión del reciente enfrentamiento entre Colombia y EEUU por la deportación de colombianos desde ese país, que envió esposados a los ciudadanos colombianos deportados, me permito expresar mi opinión sobre el manejo que se le debió haber dado, desde la óptica de la gestión de conflictos.

La reacción de Petro  de no autorizar el ingreso de los deportados, después de haber sido autorizados por la cancillería colombiana, es una clara “realización de un acto negativo” que incita al escalamiento del conflicto por cuanto era previsible una reacción de mayor magnitud por parte de Trump, tal como lo establece la ley empírica del conflicto, “producida una escalada, un aumento de magnitud de la conducta conflictiva de una de las partes, la otra, generalmente se ve obligada a responder con una conducta de magnitud mayor”, más aún si la contraparte representa a la potencia del mundo occidental.

De manera que la manera sensata de haber expresado su malestar era por la vía diplomática, manifestando con vehemencia, que las próximas deportaciones no se aceptarán si continuaban viniendo esposados los deportados nacionales… argumentando que ese problema de inmigración tan grande que tiene Estados Unidos ha sido generado por ellos mismos…por sus políticas neoliberales que llevan implícitos “un sistema de desigual intercambio generador de desequilibrios: la periferia suministra materias primas [y mano de obra] baratas y el centro suministra ciencia y técnica avanzada”, según Leonardo Boff, que ha obligado a los pobladores de la periferia de los países subdesarrollados a emigrar hacia EEUU estimulados por las oportunidades de empleo no calificado y la tasa de cambio que permite generar un ahorro para enviar a sus familias en sus países de origen.

En virtud de lo anterior el “sistema desigual de intercambio generador de desequilibrios” que es la medula del sistema capitalista ha generado el problema de inmigración que se les ha tornado inmanejable, al punto que se constituyó en una de las promesas de campaña que llevó a Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos. En efecto, el fenómeno de la inmigración de indocumentados que asciende a una población estimada del orden de los 11 millones, según el Departamento de Seguridad Nacional de los EEUU-DHS-2024, es tan lamentable como el éxodo venezolano producido por el régimen Chavista/Maduro que asciende a 7.7 millones de personas.

Como el mundo es interdependiente, las economías de los países no son la excepción…no son independientes, dado que “los países más avanzados han absorbido las economías de los países dependientes”, y el subdesarrollo del tercer mundo es “consecuencia del desarrollo dentro del sistema capitalista (…) el desarrollo no tiende a hacer salir del subdesarrollo, sino a mantener la relación de dependencia. Puede darse gran desarrollo dentro de un régimen de subdesarrollo, [replicando en su interior] la estructura de dependencia”, según lo señala Leonardo Boff.

De manera, análoga, así acontece también, con el ejercicio de la autoridad en el proceso educativo: o se ejerce autoridad o se es autoritario. Pérez Mercado Juan Francisco, afirma que “tienen en común estos dos conceptos el propósito de limitar y regular la actividad del educando/niño. Pero difieren en que mientras quien ejerce la autoridad busca y espera que el educando/niño se independice de él, quien ejerce el autoritarismo persigue perpetuar la dependencia que respecto de él tiene el infante”. Es decir, que, así como el autoritario busca perpetuar la dependencia del educando/niño, el desarrollo busca también mantener la relación de dependencia de los países subdesarrollados, mediante el mecanismo centro/periferia.

La teoría de la dependencia, según el pensador brasileño Fernando Henrique Cardoso, define al fenómeno del subdesarrollo “como un proceso social, global y dialéctico, [que surge como] consecuencia del desarrollo del capitalismo industrial, y cuyo mecanismo básico [de funcionamiento], consiste en crear, para generar y mantener su progreso científico-técnico y su creciente bienestar, un centro (…) y una periferia donde se instaura la dependencia, el estancamiento económico, los desequilibrios sociales y las tensiones políticas, sin soluciones autónomas”

 

Efectivamente, como el capitalismo está montado sobre el eje de la libertad económica y el socialismo sobre el eje de la justicia social, un énfasis exacerbado en el eje de la libertad económica, como en el caso del neoliberalismo, nos está conduciendo, en esta caso, al fenómeno inmanejable de la inmigración por “el sistema desigual de intercambio generador de desequilibrios” que existe en su seno, que obligan al éxodo de millones de personas hacia los EEUU; pero, por otro lado, si el desmedido énfasis se efectúa sobre el eje de la justicia social nos conducirá al descalabro de las economías, tal como sucede hoy en día con Venezuela.

Lo anterior implica que, para mantener la polaridad o equilibrio del ecosistema de la esfera pública de los modelos de desarrollo, los países socialistas deben redireccionar sus políticas públicas hacia la libertad económica, y los países capitalistas deben hacerlo hacia la justicia social. Como ambos sistemas producen desequilibrios por hacer énfasis exacerbado en uno de los dos ejes, la racionalidad ecológica señala que equilibrar el modelo exige encaminar acciones hacia el eje descuidado.