domingo, 28 de julio de 2024

VIVIR EN CONVERSION…FORMA DE ALIVIAR LA ENFERMEDAD

 






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La forma de aliviar, no los síntomas, sino la enfermedad…es viviendo en conversión, afirman los escolapios.

La conversión como proceso de madurez humana no se logra de un momento a otro, como un cambio radical abrupto, sino que se consigue mediante un enfoque gradual, un proceso secuencial, que nos mueve progresivamente sobre un continuum de crecimiento espiritual.

El proceso de conversión implica “dejar atrás al hombre viejo y dar paso al renacer del hombre nuevo (…) es un largo proceso que comienza por una toma de conciencia, seguida de una crisis inicial y una decisión en el que hay momentos fuertes, momentos difíciles, y crisis de maduración donde debemos volver a elegir reiteradamente” para corregir nuestras fallas y errores e ir ajustando nuestro comportamiento “a las enseñanzas y principios proclamados y encarnados por cristo”, señala el sacerdote y escritor chileno Segundo Galilea.

El proceso incipiente de conversión, que comienza con la superación de nuestros defectos, es el que está a nuestro alcance…porque el proceso profundo de conversión, que implica la superación del pecado o de los principios quebrantados, requieren del apoyo de la Providencia, dado que, tal como lo señala el sacerdote colombiano Juan Jaime Escobar “la posibilidad de vivir una vida de compasión, de vivir una vida buena, es una realidad que escapa a la mera capacidad humana”.

En virtud de lo anterior, nos detendremos en la etapa incipiente de este proceso de conversión, el cual se realiza negándonos a utilizar los mecanismos de defensa de la inconciencia, la justificación teórica, darle gusto al mal, la culpabilización psicológica y la búsqueda de compensaciones como estrategias para aliviar los síntomas de la enfermedad.

Vivir en conversión consiste, entonces, en una toma de conciencia de un error, seguida de la decisión de optar por no volver a cometerlo… en empezar a darme cuenta de mis errores. Si soy imprudente, por ejemplo, es darme cuenta de que lo soy, y empezar a no seguir siéndolo, mediante una vigilancia constante de mi comportamiento. De esta manera desandamos el camino y desaprendemos el habito nocivo.

No justificando teóricamente nuestros errores ni el mal que habita en nosotros y que hacemos, sino denunciándolo y analizándolo con valentía. Como señalábamos la justificación teórica es la búsqueda de dos o tres razones elegantes que disfracen la realidad…esa capacidad que tenemos para autoengañarnos, para actuar mal y estar convencidos de que actuamos bien. Como las disculpas teóricas nos hacen parecer justos ante los demás y ante nuestra propia consciencia, vivir en conversión consiste en no justificarnos.

No darle gusto a nuestras faltas y males sino aprendiendo a sufrir nuestro mal...es vivir en conversión.

No culpabilizándonos, no exagerándolo todo, pues de esta manera no nos sentimos enfermizamente angustiados por nuestro error, sino que sentimos un pesar tranquilo, alegre. Cuando hay angustia, hay problema psicológico, no conversión. La conversión es paz, es confianza, es alegría.

Renunciando a las compensaciones... tal vez tengo debilidades, fallas, errores...pero como es difícil enfrentarlas, en lugar de superarlas busco compensaciones en la droga, el alcohol para olvidar y huir, en horas y horas de TV, en acumular posesiones, en la entrega a la búsqueda de dinero, a la búsqueda de placer, y la felicidad aparente. Renunciar a este mecanismo consiste en concentrar mis esfuerzos en ser integro…ajustar mis comportamientos a principios eternos, en cultivar una rica vida privada leyendo, reflexionando, a través del discernimiento, y prestando un servicio.

Aquí es importante aclarar que los bienes placenteros mencionados de la tv, las posesiones, la entrega a la búsqueda de dinero y placer…son un goce y deleite sobreviniente, si el sujeto no los usa para huir y eludir sus debilidades, fallas y errores. Pero si se buscan como una compensación para eludir la tarea de superar las debilidades, fallas, errores, males y pecados…se convierten en una nueva y sofisticada enfermedad, entendida la compensación como el mecanismo de defensa utilizado para “encubrir las debilidades, frustraciones, insuficiencias o incompetencias en una área de la vida enfocándose o destacándose en otra”, para mantener el equilibrio emocional.

 

 

 

 

 

    


domingo, 7 de julio de 2024

ALIVIOS A LOS SINTOMAS DE LA ENFERMEDAD

 






https://www.diocesisdesantamarta.org/staff/alivios-a-los-sintomas-de-la-enfermedad/


https://elmeridiano.co/opinion/alivios-a-los-sintomas-de-la-enfermedad



https://www.elinformador.com.co/index.php/opinion/39-columnas-de-opinion/318343-alivios-a-los-sintomas-de-la-enfermedad



La mayor parte de la gente sólo busca aliviar los síntomas de la enfermedad, los síntomas del mal, aliviar el peso del pecado, señalan los padres escolapios en su documento “vivir en conversión” … pero casi nadie quiere curarse.

Los alivios que solemos buscar afirman los escolapios son: la inconsciencia, la justificación teórica, darle gusto al mal, la culpabilización psicológica y la búsqueda de compensaciones.

La inconsciencia es creerme sin mal, es creerme sin fallas, sin defectos…es no darme cuenta de mis errores. Sin duda creer que el mal no tiene efecto en mi vida…no darme cuenta, es el alivio más eficaz, pero la inconsciencia no quita el mal, sino que lo esconde muy bien. No tener conciencia del mal es creerme bueno, creerme sin fallas, es creer que dentro de mí no existen fuerzas de muerte. Me escondo detrás de la máscara del “buena gente”, y no conozco mi mal, mis errores, mis defectos…y nos creemos buenos, irreprochables. En efecto, la inconsciencia, el no darnos cuenta nos calma, nos alivia… pero no nos sabemos enfermos…seguimos enfermos por dentro.

La justificación teórica es la búsqueda de dos o tres razones elegantes que disfracen la realidad. La fuerza del mal, la mayor potencia del mal está en la capacidad que tenemos para disfrazar el bien, lo que objetivamente es mal. La increíble fuerza del mal viene justamente de esa capacidad que tenemos para engañarnos, para actuar mal y estar convencidos de que actuamos bien. Inventar razones de su actuar. ¡Qué fácil es mentirse!... ese es el poder del mal: la mentira, el autoengaño. Las disculpas teóricas nos hacen parecer justos ante los demás y ante nuestra propia consciencia…eso nos alivia, nos tranquiliza… pero algo dentro de nosotros sabe que estamos enfermos.

Darle gusto al pecado. Otra manera de aliviar el dolor que causa el mal es darle gusto al mal. Si el pecado quiere pecar, pues pequemos, que ya nuestra inteligencia pensara una buena disculpa para no sentirnos mal.

La culpabilización psicológica…hacernos las víctimas. Una forma de aliviar el mal es exagerándolo todo…. Y entrar en una culpabilización, autocompasión…victimización. Se puede huir del mal no reconociendo lo que se ha hecho, o se puede huir también exagerándolo todo. Se crea un mecanismo de propia minusvaloración, ya para sentirse mejor consolándose a sí mismo…ya para provocar lástima de los demás. Pero, la culpabilización, a pesar de dar un pequeño alivio mediante la autocompasión, hiere psicológicamente, pues no sólo no quita el mal, sino que además hace daño a la persona.

Por último, la búsqueda de compensaciones. Tal vez tengo debilidades, fallas, errores...pero como es difícil enfrentarlo, busco una compensación: unos buscan la droga, el alcohol para olvidar y huir; otros se embotan con horas y horas de TV; otros acumulan posesiones; otros se entregan a la búsqueda de dinero; otros a la búsqueda de placer; otros a la búsqueda de la felicidad sustentada no en grandes ideales sino en valores sobre un mínimo humano posible…en la que nos pedimos unos valores sobre un mínimo esfuerzo humano posible, y no sobre una base de máximos en la que nos pedimos el mejor comportamiento humano posible.

De diferentes maneras el ser humano busca huir de sus errores, olvidarse del mal, pero el mal no solo no desaparece, sino que las compensaciones son una nueva y sofisticada forma de enfermedad.